Las "hadas ignorantes" de todos los bosques del mundo

Me voy.

Me doy cuenta ahora, en la habitación casi vacía.

No sé por qué dejé la maleta grande —ya llena— fuera de la puerta: tal vez sea una especie de aviso para lxs demás, una forma de endulzar la píldora, de preparar a quienes me rodean para amortiguar el golpe y ahorrarles un poco de sufrimiento. ¿Un gesto de cuidado?

O quizás es para preparar mi propio ánimo: la maleta lista ahí afuera es una señal clara de que ese momento ya se acerca, y voy a tener que enfrentarme a un buen montón de emociones.

Me voy.

Pero ¿qué significa realmente irse? Es verdad que me muevo bastante, que salto de un lugar a otro, pero en realidad siento que nunca me voy del todo: todas las puertas por las que salí las dejé entornadas.

No estoy triste, sé que nada se desvanecerá.

Leo de nuevo la carta de Chakra, dos veces: una con su voz sonando en mi cabeza, la segunda en voz alta para lxs demás, porque había alabado sus palabras de amor salvaje y, con razón, se habían quedado con la intriga. Así que pensé que, al fin y al cabo, las cosas bellas hay que compartirlas, sobre todo cuando traen mensajes universales.

Intenté escribirle una carta “de respuesta”, pero creo que no estoy a la altura: no sé si puedo escribir en ese plano, desde esa altitud en la que habita Chakra. Por otro lado —pienso— nació en Bogotá, a más de 2.500 metros sobre la cordillera andina. Yo soy una humilde apenínica.

Le mie adorate fate ignoranti: las de Barna, las de Lago. De todos los lugares donde puse un pie y dejé un corazón. Porque corazones tenemos varios: si no, ¿dónde meteríamos a todas esas personas?

En mayo agarré un puñado de polvo de hada y volé hacia lo desconocido, sobre el océano Atlántico —la travesía más larga en la que me haya lanzado nunca—, para descubrir luego que hay hadas en todas partes, incluso en los bosques más intrincados, incluso en la selva oscura dantesca o amazónica, listas para recibirme.

No tengo que hacer nada: solo alzar el vuelo, juntar coraje, tener fe. Y cuando te alejas hacia un nuevo nido, las que antes te acogieron siguen velando por ti, captando los movimientos de aire y las refracciones de la luz que traen noticias tuyas.

Amo la cena, las charlas, la amistad, echar unas fumaditas, jugar a las cartas aunque sean trevisanas o piacentinas y no reconozca las figuras; amo Italia, España y también un poco Ecuador; subir el volumen del altavoz, prender otro porrito, callar las tonterías y disfrutar la música.

Amo a quien me hace compañía, amo los chistes tontos y los sutiles, los chistes que entiendo tarde, el sarcasmo, la autoironía sincera y bondadosa, fregar los platos y escuchar de lejos conversaciones ajenas. Amo la vida de casa y las casas de vida, llenas de cosas que cuentan las personas y de personas que saben escucharse entre sí.

Amo cocinar y no tener que fregar los platos, aunque eso implique que no puedo escuchar las conversaciones desde lejos.

Amo hacer locuras sin arrepentirme y amo a quien me apoya en hacerlas. También amo a quien me dice que tenga cuidado, porque no sabe que, en el fondo, soy Miss Prudencia, y eso significa que antes de hacer algo que parece una locura, en realidad ya lo pensé un buen rato.

Amo esta habitación vacía y el corazón lleno.

Me voy porque ya he recogido todo lo bueno.

¿Y lo malo, Alice? ¿Nunca te enfrentas a lo malo? Pues justo —pienso— para llevarme todo lo bueno tuve que enfrentarme a lo malo, sacarlo de ahí.

Observo a las personas maravillosas que me rodean, cinco desgraciadxs que conocí en un sueño con fiebre, en el que pronto entendimos que debíamos cuidarnos unas a otras si queríamos sobrevivir hasta despertar de nuevo en nuestras cómodas vidas.

Ali: Pero, en serio, ¿en qué clase de lugar hemos acabado?

Dado: Pues aquí, en esta terraza.

Sofi: ¿Jugamos al scopone?

Meri: Pero si somos seis.

Ali: Meri, tú haces los hechizos y Dado el comentador.

Piyumi: Dale, juguemos. ¿El scopone es el de las sumas?

Meri: Espera, voy a por el helado.

Ali: Trae los cuenquitos porfi.

Sofi: No, anda, comamos del envase.

Piyumi: Estamos todas premenstruales.

Silvi: Sois mis Umpa-Lumpa.