Mi cumpleaños y el paro nacional

Qué rico cuando el caffellatte* frío está en su punto. Beberlo mientras los dos componentes todavía no se han combinado en el vaso, antes de que la mezcla adquiera ese color marroncito tenue, cuando aún se aprecian las vetas del compuesto marmoleado a través del vidrio.

Tomo un caffellatte con dos cubitos de hielo, es domingo por la tarde, solo quedamos Piyumi y yo velando el hogar en la Casa Diobamba.
Nos fumamos un porrito después del almuerzo y nos quedamos a charlar en la terracita, con la tormenta y los gritos de Pablito que nos obligaban a hablar con un tono de voz más alto, aunque estuviéramos sentadas una frente a la otra. Y así hablamos —o mejor dicho, gritamos— de amor, de política y de feminismos, que al final es de lo que siempre hablamos.
¿Qué estás aprendiendo en Latinoamérica, Ali? pregunta mi conciencia.
A destripar, respondo como una buena estudiante, llegada preparada al examen de fin de cuatrimestre.
Aquí charlamos, chismoseamos, hablamos desde el corazón; en fin, disertamos un montón, una dinámica dictada tanto por ser italianxs como por estar en Lago Agrio: la primera una condición cultural —por lo tanto fundante—, la segunda circunstancial —por lo tanto fenomenológica—.
Aunque, en realidad, de fenómenos parece que no sucedan tantos a nuestro alrededor, así que los pocos que ocurren terminamos por examinarlos siempre a fondo.
A los fenómenos se acompaña la memoria, y así tejemos narraciones en las que cada día (cada noche, para ser precisas, a la hora de la cena) nos contamos un pedacito de lo que eran nuestras vidas antes de conocernos: a partir de un fragmento de la realidad que —desde mayo— compartimos tan íntimamente, nos adentramos en lo profundo de cada una, tomándonos de la mano mientras nos guiamos mutuamente por nuestras respectivas oscuridades.

En septiembre estuve en Colombia con Dani un par de semanas y, sorprendentemente, tenía un poco de ganas de volver.
Las “ganas de volver” se traducen mejor como “ganas de hacer que estos dos mundos se encuentren”.
Las copas y los oros.
Las copas son el amor, el Dani, mi hogar móvil y bailarín.
Los oros son el descubrimiento, el viaje, mi Latinoamérica, los anhelos guardados aquí.

Vuelvo de un viaje por la vecina Colombia, a un Ecuador encendido por el paro nacional.
Sabía poco o nada de lo que estaba ocurriendo mientras estaba fuera; me parece que no solo estuve fuera de aquí sino fuera de este universo, en una dimensión mágica en la que suelo encontrarme con un duendecillo, y en la cual aparentemente nada puede mellar la ironía de nuestros juegos, ni el lirismo de nuestras volteretas, ni mucho menos la literatura de nuestros sueños.

Ecuador hoy está partido en dos: con el aumento del precio del diésel, el pueblo salió a las calles, guiado por las diversas comunidades indígenas que —cansadas de soportar el creciente autoritarismo del gobierno— finalmente decidieron rebelarse contra el presidente Daniel Noboa, quien, para toda respuesta, reprimió con brutalidad las manifestaciones pacíficas, desplegando filas de militares sobre todo en la provincia de Imbabura.

El lunes pasado regresé a trabajar en UDAPT después de las exploraciones lisérgicas en el Caribe, después de la Ayahuasca en la selva, después de un mes de celebraciones de cumpleaños en todas las salsas y en todas las playas, después de haber usufructuado de esos pluricitados privilegios de blanca europea viajando por este continente, y encontré la oficina de rodillas, con las cuentas bancarias bloqueadas, porque la organización está acusada de terrorismo (por el Estado terrorista).
Con las demás voluntarias iniciamos una recaudación de fondos, lanzando un llamado a nuestrxs amigxs más o menos privilegiadxs como nosotras, para sensibilizar sobre la situación que vive el pueblo ecuatoriano y que nos manden unos cuantos euros para convertirlos en dólares, y así pagar al menos los gastos necesarios del equipo de salud que atiende a lxs pacientes con cáncer.

El viernes hubo una movilización importante en Lago; lo increíble aquí es que cuando el pueblo se levanta, se levanta todito: no son solo lxs jóvenes, lxs estudiantes, nuestra generación de “sdraiati”.
Aquí están las madres con los bebés prendidos al pecho, niñxs y adolescentes con las caras de quien ha tenido que crecer demasiado rápido, ancianxs que apenas caminan y aun así marchan, monjas y brujas una al lado de la otra, indígenas emergidxs de la selva para andar descalzxs por las calles de la ciudad. Estaban lxs kichwas de la sierra, con sus largas trenzas negras, bajadxs del páramo para apoyar a lxs compañerxs del oriente amazónico con el rostro pintado y las lanzas en mano.

Estaba el Ecuador en toda su singularidad.


La manifestación comenzó con las mujeres que nos sahumaban mediante rituales paganos y enseguida nos pasaban la pila de agua bendita para hacernos la señal de la cruz; agradecimos a la Pachamama y a Jesucristo.
[Aquella mañana, justo antes de llegar a la plaza donde se había convocado la marcha, había visto en un escaparate un libro de tarot junto a un evangelio.]
Un sincretismo así consiguió emocionarme desde las primeras horas del día, y mientras rondaba entre lxs presentes para sacar fotos y grabar videos —muy atenta a mantener visible mi cartel de PRESS, que en teoría está pensado para protegernos de ataques violentos— me sentí rozada por las fuertes corrientes de energía que serpenteaban entre nosotrxs, tan densas que casi me parecía sentirme levantada y transportada por una fuerza incontrolable.

Fue un mes de emociones fuertes, en el que no escribí nada.
Solo fragmentos y un poema.

Fragmento 1:
En español,
Hay nombres de algunos países que requieren artículo, porque provienen de indicaciones geográficas (el Ecuador) y por lo tanto se consideran, gramaticalmente, “nombres comunes”. Otros países, en cambio, poseen un nombre considerado “nombre propio”, así que no necesitan artículo delante.
Lo curioso es que a la primera categoría pertenecen los países colonizados y a la segunda los países colonizadores. ¿Casualidad?
Por eso he decidido que en mi español serán todos nombres propios.
Esto se llama descolonización del lenguaje.

Fragmento 2:
Al señor de los jugos en el mercado popular de la Calle Guayaquil siempre le pido el mismo batido mixto pero cada vez es distinto y es un misterio ininteligible.

Fragmento 3:
Quiero vivir una vida ordinaria pero extraordinaria.

Fragmento 4:
Sueño con las ciclovías europeas.

Una lista de cosas:

  • Horóscopo Brezsny andino

  • Tatuarse un autobús

  • La violencia

  • La violencia sexual

  • La posición política de Virginie Despentes respecto a la violencia sexual

  • Idealismo y realismo en la Amazonía (y luego sobre todo lo demás)

  • El libro de neurociencias “Los secretos de la mente” comprado en el supermercado

  • Los volcanes

  • Las canciones de mierda tóxicas sudamericanas

  • El atardecer de luna

  • Cortarse el pelo corto para sentirse menos en peligro

Me río porque te amo.
Me río porque amar es reírse.
Me río porque pienso que en un mes contigo no he escrito ni una línea.
Me río porque no me importa nada no haber escrito nada.
Me río porque no quiero ser poeta, solo quiero escribir poesía.
Me río porque mi poesía es tu ausencia.
Pero prefiero que calle la poesía
Antes de que tú te vayas.

*estrictamente veg